domingo, 9 de agosto de 2015

Paula

   Estamos hablando de mi mejor amiga aquí... conste, pese a cómo sucedieron las cosas. Y las cosas no sucedieron nada bien...

   No, no es eso, ya sé... ya sé qué se imaginan... nada de eso. Si alguna vez me hubiera equivocado con alguna amiga, me la hubiera "cortado", y por eso atribuyo siempre a las amistades hombre-mujer un mayor valor: cuestan mucho más. El cariño lo mezcla todo: el cariño es piel, es querer abrazar, querer contener. Entre los amigos es fácil... sobreabundan los abrazos y las bromas; cuando es mujer se nos mezcla todo, sanamente, pero mezclado al fin. Una amiga es: hermana, madre, hija... ladrona de juegos, objeto de amor. Uno puede matar por una amiga... y vivir por una amiga también.

   Sucedieron mal las cosas por una razón un poco extraña. No es una razón "cliché". Resulta que nos conocemos desde cuando éramos bien adolescentes. Ambos escritores, siempre rodeados de otros escritores en situaciones de escritores: talleres literarios, presentaciones de libros, eventos culturales, etcétera. La vida quiso que hiciéramos "rancho aparte", y así nació nuestra amistad. Durante 20 años le conocí parejas, departamentos, amigas y amigos, además de nuestra veta literaria. Y ella por supuesto conoció parejas mías... ambos nos supimos salvar y cuidar en numerosas oportunidades.

   Dormimos juntos... y yo gracias a ella puedo decir que creo en la amistad entre el hombre y la mujer: la viví. Que sí puede lograrse y cuidarse a un tiempo, como esa gente que pone en caros anillos caras gemas, o que logra domar una inmensa pasión. He conocido pocos amores tan completos como la amistad que sucede entre hombre y mujer, que no sólo existe, sino que puede llegar hasta lugares impensados. Me pregunto si quizás algún día podré pedirle a una esposa amistad igual.

   Ahora sí... ¡a dejar el orgullo de lado!; continuemos pues... La cosa cambió. Ella empezó a cambiar, subrepticiamente. Como el otoño, que de a poco se lleva todo el color. Ella seguía siendo colorida, amabilísima, más ante los ojos de su mejor amigo, obviamente. Pero la realidad se hacía notar también. Y le pedí tiempo... unos meses nomás. Es que estaba muy agresiva... O yo muy sensible; cabe aclarar. La cosa es que no pudo esperar... a mitad del tiempo: explotó. Ya la agresividad llegó a contener insultos. Y yo soy muy poco tolerante para esas cosas... de hecho soy -intolerante- con la agresión.

   Y esa es la moraleja de esto. Uno a veces deberá seguir queriendo a las personas en la distancia. Los amigos son para sacar lo mejor de uno, no lo peor. Por eso mismo son amigos, para empezar. Y yo comenzaba a percibir cosas feas. Aquí digo que es "agresividad", pero eso es anecdótico. Ella seguramente percibió de mí que estaba siendo muy sensible, más aún pidiéndole tiempo. O lo que es peor: in-sensible. Porque ella se estaba separando, y yo también la estaba ayudando en ese sentido (con compañía). En fin... por ella soy una buena parte de quién soy, y la extraño. Que estemos separados, no significa dejarnos de querer. Nos queremos... en la distancia.

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